En cuanto a las escalas de medición de la propia enfermedad, los médicos suelen utilizar escalas como PASI, BSA, PGA o DLQI que cuantifican la severidad de la psoriasis, la extensión, la infiltración, la descamación e intensidad de la rojez de las lesiones. También existen medidas para cuantificar localizaciones especiales como las que se dan en las palmas de las manos y los pies o aquellas que aparecen en el cuero cabelludo. A partir de ahí, los expertos podrán calificar la psoriasis como leve, moderada o grave.
Para valorar el sentimiento de cada persona frente a la psoriasis, independientedemente de la gravedad, el médico debe tener en cuenta diferentes variables en función de dónde se localicen las lesiones. Por ejemplo, se debe evaluar si le afecta a su forma de vestir, si le impiden hacer deporte, si exponerse en la playa, si le impide llevar una vida normal, si le avergüenza, si le afecta en el entorno laboral…, un sinfín de cuestiones relativas a la vida personal del paciente. Ambos aspectos, el clínico y el personal ayudarán al médico a decidir por el tratamiento más adecuado para cada persona, un tratamiento que, en cualquier caso, siempre debe ser individualizado.