Vacunas contra la COVID-19 y psoriasis

El avance que ha supuesto el desarrollo en tiempo récord de diversas vacunas contra la COVID-19 está permitiendo ya en los países en los que la vacunación está más avanzada apreciar la disminución de contagios y casos graves de la COVID-19.

En España, la campaña de vacunación contra la COVID-19 comenzó a finales del año pasado, según la estrategia de vacunación establecida por el Ministerio de Sanidad. En ella se establecen los grupos de priorización para la vacunación en función del riesgo y de la disponibilidad de vacunas.

El principal objetivo de la vacunación es prevenir la COVID-19 y disminuir su gravedad y mortalidad, protegiendo especialmente a aquellos grupos más vulnerables. De este modo, la vacunación protege directamente a cada persona vacunada, pero también protege de forma indirecta al resto de la población. Cuantas más personas se vayan inmunizando, menor probabilidad habrá de que el resto −especialmente los más vulnerables a padecer una enfermedad grave− queden expuestos al virus.

vacuna COVID

En cuanto a las personas con psoriasis, las recomendaciones del Grupo de Psoriasis de la AEDV recogen la preocupación sobre el impacto de la vacuna en la evolución de la enfermedad. En aquellos pacientes que además se encuentran sometidos a tratamiento sistémico convencional (como ciclosporina o metotrexato) o tratamiento biológico, o son candidatos a ellos, es necesario considerar el impacto de la terapia de la psoriasis, en particular la terapia sistémica, en la efectividad y seguridad de las vacunas.

En el momento actual, no existe evidencia alguna de que la administración de las vacunas tenga efectos negativos en el curso de la psoriasis. De todos modos, es conveniente recopilar datos de registro para informar de qué modo pueden afectar las vacunas contra la COVID-19 a la evolución de la psoriasis.

Las vacunas disponibles en la actualidad y que han sido aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento son vacunas basadas en tecnologías que no suponen ningún riesgo de activación de la infección.

Estas vacunas están fundamentadas en la tecnología del ARN mensajero, en la que no existen virus vivos implicados ni entrada de material genético en el núcleo celular (Pfizer/BioNTech y Moderna) o en virus de replicación deficiente (Oxford/AstraZeneca y Janssen). Por tanto, no son vacunas de virus vivos atenuados, que son las que están contraindicadas en pacientes que reciben tratamiento inmunosupresor.

Por otro lado, no se espera que la toma de fármacos sistémicos convencionales o biológicos se asocien a ninguna complicación adicional con las vacunas para la COVID-19. Sin embargo, hasta la fecha, los ensayos no han incluido a personas en tratamiento con medicamentos que afecten el sistema inmunológico y, por lo tanto, será necesario establecer los efectos de las vacunas en esta población específica.

Recomendaciones de la SER

De igual modo, la Sociedad Española de Reumatología (SER), señala que no hay datos que demuestren que alguna de las vacunas disponibles en la actualidad sea más o menos eficaz que otras en pacientes inmunodeprimidos.

Las recomendaciones de la SER sobre las vacunas contra la COVID-19 se pueden sintetizar en los siguientes puntos:

  • Se recomienda de forma general vacunar frente al SARS-CoV-2 a todos los pacientes con enfermedades reumatológicas, incluso los que reciban terapias inmunosupresoras.

  • Los pacientes con Enfermedades Reumáticas Autoinmunes Sistémicas deberían tener prioridad para la vacunación antes que la población general sana de igual edad y sexo.

  • Todas las vacunas disponibles tienen niveles adecuados de eficacia y seguridad. La posibilidad de administrar preferentemente vacunas de una posible mayor eficacia en algunos perfiles de pacientes se valorará frente al riesgo que supondría un mayor retraso en la vacunación.

  • Las vacunas deben administrarse preferiblemente cuando la enfermedad se encuentre estable, aunque considerando que esto no siempre es posible, recomendamos vacunar en cualquier situación, salvo en pacientes con un brote grave de su enfermedad, en los que se debería retrasar la vacunación hasta tenerlo controlado.

  • Las circunstancias individuales concretas de cada paciente deben ser valoradas por su reumatólogo y la decisión debe tomarse de forma conjunta por el paciente y su médico.

  • Recomendamos que, siempre que sea posible, se administre la vacunación antes de iniciar un tratamiento inmunosupresor para evitar una posible interferencia con la eficacia de la vacuna. No obstante, esto no suele ser factible por lo que la vacunación se debe recibir a pesar de estar recibiendo un tratamiento inmunosupresor.

  • En caso de estar recibiendo una terapia inmunosupresora se podrá contemplar el retraso temporal de una o varias dosis, si la situación clínica del paciente lo permite, con el fin también de optimizar la eficacia de la vacunación.

  • No es necesario solicitar ninguna prueba de laboratorio previa o posterior a la vacunación para evaluar la inmunidad frente a COVID-19.

  • Después de la vacunación, los pacientes deben continuar siguiendo todas las pautas de salud pública con respecto al distanciamiento físico y otras medidas preventivas.