La Enfermedad del Parkinson se caracteriza por la pérdida de determinados grupos neuronales en el cerebro, en concreto, las neuronas que producen dopamina, una sustancia que nos permite controlar nuestros movimientos, nuestro cuerpo y nuestras emociones.
Esa disminución de dopamina ocasiona una alteración de todos los músculos del cuerpo, no solo de los de los brazos y piernas, sino también de los usados para comer, hablar, escribir…
Por tanto, la pérdida de las neuronas dopaminérgicas explica los principales síntomas motores de la enfermedad. Por otro lado, este proceso degenerativo también afecta a otras zonas, dando lugar a otras manifestaciones clínicas, denominadas NO motoras, entre las que se incluyen los trastornos del olfato, sueño, ánimo, cognición, genitourinarios o digestivos, entre otros y están presentes en el 97% de los casos repercutiendo de un modo importante en la calidad de vida de los personas con párkinson.*