El problema más frecuente es el insomnio crónico que ocurre en la mitad de las personas recién diagnosticados y entre el 80% y 90% del total a medida que la enfermedad evoluciona. Esta dificultad para conciliar el sueño se asocia a la somnolencia diurna y, por consiguiente, a un mayor riesgo de caídas, en especial en las personas de más edad.
La fragmentación del sueño con dos o más despertares a lo largo de la noche, las apneas (pausas de respiración de manera repetida y duración variable durante el sueño) y los trastornos de conducta del sueño REM -el más profundo- (pesadillas y sueños violentos con movimientos bruscos), que puede desarrollarse años antes de que se diagnostique el párkinson, son complicaciones frecuentes en estas personas.