En definitiva, será el neurólogo quien –tras conocer toda la historia del paciente– decida la terapia antiepiléptica más adecuada y ajuste la dosis para que tenga el efecto deseado, aunque conviene que el paciente conozca los criterios que le han llevado a elegir dicho tratamiento, así como las posibles alternativas con las que cuenta.
En la práctica clínica, lo más habitual, en el tratamiento de la epilepsia es empezar con un medicamento a dosis bajas e irla aumentando en las siguientes semanas, en función del efecto que vaya produciendo en el paciente. El objetivo es que el paciente esté libre de crisis (prevenirlas y reducir su frecuencia e intensidad), que tolere bien el medicamento (evitando los efectos secundarios) y que mejore su calidad de vida.
En cualquier caso, es fundamental que el paciente siga las instrucciones del médico a la hora de tomar la medicación para conseguir una adherencia terapéutica y una mejoría de su calidad de vida.