Pese a que, normalmente, se desconoce el origen, entre las principales causas en los adultos están:
Ictus: infarto o hemorragias cerebrales.
Trastornos cerebrales relacionados con la edad (por ejemplo, demencia).
Lesiones en el cerebro producidas por un golpe sobre la cabeza (accidente, caída, etcétera).
Malformaciones cerebrales.
Tumores cerebrales.
Daño al cerebro debido a la inflamación (por ejemplo, debido a la meningitis).
Sangrado cerebral, por ejemplo, por deformidades vasculares o después de una cirugía cerebral.
La falta de oxígeno al nacer.
Una predisposición genética (si la enfermedad ya ha ocurrido en la infancia o la adolescencia).
Daño cerebral adquirido en el útero.
Todas estas causas, por sí mismas, pueden desencadenar una crisis sin provocar epilepsia.